Los días 19 y 20 de diciembre de 2001, a lo largo y a lo ancho del país el pueblo argentino salió a las calles y a las plazas, para unirse unió en un solo grito de reclamo, pidiendo justicia en medio de la profunda crisis económica y política que envolvía nuestra patria. Jornadas duras, que aun duelen en la memoria de cada uno de los argentinos. Días que dejaron el lamentable saldo de más de 30 muertos, y entre ellos cuatro comprovincianos -Rosa Eloísa Paniagua, Romina Iturain, José Daniel Rodríguez y Claudio “Pocho” Lepratti- víctimas de la represión policial, y millones de ciudadanos sumergidos en un país de incierto futuro, fracturado moral, social y económicamente.
El desencadenamiento de años de modelos neoliberales, primero con la sangrienta dictadura cívico militar de 1976, y luego con la segunda década infame menemista, solo produjeron un profundo desamparo dentro de la sociedad y una privación de los derechos civiles, laborales y sociales.
El llamado Argentinazo de 2001 representa uno de los capítulos más oscuros y recientes de nuestra historia y en donde nos debería llamar a reflexionar a toda la ciudadanía para que NUNCA MÁS tengamos que vivir los mismos hechos de hambre, desocupación y desesperanza, para que NUNCA MÁS volvamos a caer en el país del individualismo, del sálvese quien pueda, del cerrar los ojos ante la inmoral realidad que sufrían y sufren los más desposeídos.
Si no aprendemos, sino somos capaces de construir, aquello que señalaba Pocho "Un mundo donde quepan muchos mundos más", entonces no habremos aprendido nada.
Si no construimos una sociedad inclusiva, para todos y todas los argentinos, donde la inmoral desigualdad, en donde la concentración de la riqueza que hace que pocos tengan mucho, y muchos tengan poco o nada desaparezca, una sociedad que contemple derechos humanos para que sus hijos no padezcan desnutrición ni sus viejos sobrevivan como puedan, en donde cada trabajador y cada trabajadora pueda sentir con orgullo que no es solo un número estadístico sino parte de una construcción colectiva, una sociedad que no destruya ni contamine su tierra y sus ríos a cambio del lucro y la ostentación, una sociedad que de una vez por todas considere como pueblos originarios a todos sus habitantes, y no segregue a quienes pisan este suelo desde hace miles de años ni a quienes vienen a nutrirlo de su cultura, que nos otorgue la posibilidad de poder realizarnos en nuestros sueños y en nuestras esperanzas, si no somos capaces de limar las pequeñas diferencias para unirnos en las grandes realizaciones, entonces no habremos aprendido nada de tanto dolor.
A 11 años de esos tristes sucesos, desde el Partido Socialista reivindicamos nuestro compromiso con el pueblo y nuestros principios de libertad, igualdad y solidaridad, en la permanente lucha popular por la construcción de un país más justo, democrático e inclusivo para todos y todas.